Sabes que me voy, que esto se acabó. Miras el calendario con la sensación de que te van a faltar hojas para alargar lo nuestro, pero los días juntos han llegado a su fin. Y es en estos momentos cuando tu pasión por mí se me antoja ridícula. Los celos de mi independencia te tornan obtuso, ridículo, patético. Haces de mi abandono tu principal cruzada y, a la vez, intentas evitar que tu mirada se detenga en tus cimientos de barro, que se resquebrajan y que amenazan con convertirse en polvo.
Debes aprender a vivir sin mí. Otros lo hicieron antes. No hay nada peor que un amante rabioso porque su incompetencia para administrar sentimientos le hace vulnerable e indigno. Es importante que el amante rabioso sepa gestionar el abandono. Mirar el pasado con autocrítica provoca que te reconcilies con la dignidad y que te sientas más fuerte para superar futuras adversidades. En cambio, cuando el amante rabioso amenaza, ningunea o ridiculiza a su objeto de amor, los espacios de soledad con los que se tiene que enfrentar son aún más dolorosos.
Podemos continuar siendo amigos. No es por ti, es por mí. Ya sé que suena a tópico pero es lo único que te puedo ofrecer. Mi confianza en ti desapareció hace tiempo, mi admiración por ti suena a chiste y mi respeto por aquello que fuiste está en cuarentena, esperando a que actúes con madurez.
No se prohiben los sentimientos. Deberías saberlo. No se impugnan las decisiones que nacen de la reflexión. También deberías saberlo. Y dos no se pelean si uno no quiere. Por eso te digo adiós sin echarte nada en cara. El pasado para mí es como escribir tu nombre en agua. Ya no hay culpables cuando la distancia separa y los ecos de la beligerancia se apagan lentamente.
Te digo adiós. Sabes que me voy, que ya no puedes detenerme.
Porque ahora soy yo el que quiere estar sin ti. Por eso, vete. Olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta. Vete. Olvida mis ojos, mis manos, mis labios, que no te desean. Y como esto ya lo ha escrito alguien antes, deja que sea yo quien me vaya con una sonrisa en los labios.
Excel·lent article aquest d’un llarg, llarguíssim Adéu. Però sabeu una cosa ? Hi ha un concepte o frase que ja us la vaig llegir dies enrere en un altre article que no va amb mi, ni en rodes, ni en patinet i ni tant sols amb un tren de rodalies. Potser ens convindrà políticament, i hauré d’empassar-m’ho, però això que dieu de (SIC) “Podemos continuar siendo amigos”, em sona com a una mena de baixada de pantalons.
Sabeu una cosa ? ¿ Com pot ser-se o continuar sent amic en el cas metafòric que exposeu, d’un ens, mascle o femella, i en aquest cas ja no tan metafòric, sinó real, d’un país, d’unes persones que representen un ens destructiu, que ens han volgut -sempre ho han volgut, fins i tot des d’abans del 1714-, i ens volen encara anihilar com a poble, com a cultura, i sentit de la democràcia, degut a un odi ancestral que ha mutat dins dels gens d’aquella gent, els quals per no voler, no volen ni que pensem ? Com hom pot ser amic del botxí que et vol destruir ? No senyor meu, de cap de les maneres. I espereu què pot passar, perquè encara no hem arribat al punt de “No return”, – no es pot dir blat fins que no és al sac i ben lligat-. Vaja, que per a mi, serà no un adéu, sinó un “bon vent i barca nova per sempre més”.
És clar, és la meva opinió. Salutacions