Fra Bartolomé de las Casas o Bartomeu Casaus (1484-1566) va arribar a Amèrica el 1502 i va veure i viure els inicis de la conquesta; la seva consciència no el va permetre restar callat i el 1542 va escriure el llibre “Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”, amb l’esperança que la Corona aturés la barbàrie, que va ser editat el 1552. A continuació en podem llegir un fragment:
“En la isla Española, que fué la primera, como dijimos, donde entraron cristianos e comenzaron los grandes estragos e perdiciones destas gentes e que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos a los indios para servirse e para usar mal dellos e comerles sus comidas que de sus sudores e trabajos salían, no contentándose con lo que los indios les daban de su grado, conforme a la facultad que cada uno tenía (que siempre es poca, porque no suelen tener más de lo que ordinariamente han menester e hacen con poco trabajo e lo que basta para tres casas de a diez personas cada una para un mes, come un cristiano e destruye en un día) e otras muchas fuerzas e violencias e vejaciones que les hacían, comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas; otros sus mujeres e hijos; otros huíanse a los montes por apartarse de gente de tan dura y terrible conversación. Los cristianos dábanles de bofetadas e puñadas y de palos, hasta poner las manos en los señores de los pueblos. E llegó esto a tanta temeridad y desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por fuerza su propia mujer.
De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras: pusiéronse en armas, que son harto flacas e de poca ofensión e resistencia y menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más que acá juegos de cañas e aun de niños); los cristianos con sus caballos y espadas e lanzas comienzan a hacer matanzas e crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís, cuerpo de tal; otras criaturas metían a espada con las madres juntamente, e todos cuantos delante de sí hallaban. Hacían unas horcas largas, que juntasen casi los pies a la tierra, e de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redemptor e de los doce apóstoles, poniéndoles leña e fuego, los quemaban vivos. Otros, ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca pegándoles fuego, así los quemaban. Otros, y todos los que querían tomar a vida, cortábanles ambas manos y dellas llevaban colgando, y decíanles: “Andad con cartas.” Conviene a saber, lleva las nuevas a las gentes que estaban huídas por los montes. Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco a poco, dando alaridos en aquellos tormentos, desesperados, se les salían las ánimas.
Una vez vide que, teniendo en las parrillas quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aun pienso que había dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros), y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahogasen, y el alguacil, que era peor que el verdugo que los quemaba (y sé cómo se llamaba y aun sus parientes conocí en Sevilla), no quiso ahogarlos, antes les metió con sus manos palos en las bocas para que no sonasen y atizoles el fuego hasta que se asaron de despacio como él quería. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras infinitas. Y porque toda la gente que huir podía se encerraba en los montes y subía a las sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco. Estos perros hicieron grandes estragos y carnecerías. Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen, habían los cristianos de matar cien indios.”
En teniu el text complet a “Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”.
Oriol López
Absolutament esgarrifós, Oriol, uns fets horribles. La història de la colonització, no sols espanyola, és brutal, una salvatjada. Convé recuperar aquestes coses de tant en tant.
Cert, cal recuperar la memòria històrica i veure el que s’amaga al darrere de presumptes grans gestes com la de la conquesta espanyola d’Amèrica.
Aquest llibre va ser escrit en català, i al pare Cases li van traduir al castellà. En Cases era probablement de Barcelona. I s’acosta el dia que els catalans ens haurem d’enfrontar aviat i amb tots els ets i els uts amb la vergonya d’aquesta barbàrie. Com també ho hauran de fer els castellans, els països independitzats d’Espanya i sobretot els anglesos i els EUA. Probablement, el genocidi més gran comès mai a la història el van protagonitzar aquests darrers.
En tot cas, el pare Cases va tenir la valentia de denunciar-ho. Gràcies per l’aportació, Francesc.
Francesc Magrinyà, als catalans se’ns va prohibir viatjar i comercialitzar amb les Amèriques. Ens ho van prohibir els reis catòlics, perquè ja aleshores el seu objectiu més gran era impedir la prosperitat de Catalunya.
Sí, Berta, i tot i que la prohibició feta al testament de la reina Isabel la Catòlica va ser derogada per una llei del rei Ferran el Catòlic, a la pràctica, no se’ns en va permetre el comerç directe fins entrat el segle XVIII, a través de la Companyia de Barcelona, i al principi amb tota una sèrie de servituds, com la limitació de les zones d’Amèrica amb les que podíem comerciar i havent de passar pel port de Cadis per a la revisió de la càrrega per al pagament dels impostos corresponents. Especialment recomanable per comprendre les traves i les dificultats d’aquest comerç és el llibre El comerç entre Catalunya i Amèrica (segles XVIII i XIX).